*Por Carlos Castillo
Benigna pasó de ser niñera en Corrientes a trabajar en una fábrica de Buenos Aires, donde fue elegida por sus compañeros para entregarle un ramo de flores a “la compañera” Eva Perón. A poco de cumplir 91 años, recuerda aquel momento.
Benigna Montiel nació en 1930, en Paso de los Libres, Corrientes. Es la decima de 12 hijos en total. A los seis años ya era niñera de un bebé adoptado por una tía, llamado Francisco. Ese primer trabajo, la privó de ir a la escuela y tener que mudarse a Uruguayana, Brasil.
A sus 15 años tenía como antecedente haber cuidado a cinco pequeños. Quizá cansada por esta situación, sumado a problemas familiares, le pidió a un Juez que le diera permiso para emigrar a la capital del Pais, donde ya vivía su mamá.
Ella fue quien la hizo entrar a la fábrica textil “Intela” (hoy funciona en ese lugar la Universidad de Quilmes). Durante ocho horas debía realizar el hilado para las telas, siendo la trabajadora más joven de la fábrica.
Benigna vive en Roca desde 1964. Desde su casa, con mirada larga y una memoria envidiable, prepara un café para seguir recordando junto su hijo, Alejandro Casalini, que aprovecha para rescatar más datos de esos valiosos momentos.
En esa fábrica conoció a quien sería su esposo (hoy fallecido), Aldo Casalini, con quien tendrían a Alejandro, quien vivió sus dos primeros años en la guardería de la fábrica, mientras sus padres trabajaban.
Con solo 16 años viajó con una comitiva de la fábrica a la Casa de Gobierno, donde fueron recibidos por el General Perón, a quien vio de muy cerca.
A los 19 años, Benigna tuvo una de las emociones más grandes de su vida, cuando fue elegida por sus compañeros, para entregar un ramo de flores a Evita, quien visitaría la fábrica.
“Cada sección le hacía un regalo. Se hizo una colecta y a mí me eligieron para recolectar los fondos y comprar un regalo. Yo elegí una orquídea, porque era la flor más linda que había”, recuerda Benigna, a quien le decían “la chiquita”.
“Cuando llegó Eva me tocó acercarme con las flores y le di un beso. Le dije señora y ella me corrigió; “señora no, compañera” me dijo. Vestía un trajecito a cuadritos, que luego todas queríamos tener”, dice riendo.
Ver y tocar a Eva era lo máximo en esos años. Era la primera dama, la que logró el sufragio femenino, la patria potestad compartida, la que fundó el Partido Peronista Femenino, la que hizo construir hospitales, acilos y escuelas. La misma que ya había alcanzado fama en el teatro, los radioteatros, escribiendo además dos libros “La razón de mi vida” y “Mi mensaje”.
Por aquellos años, 1949, Eva ya mostraba los primeros signos del cáncer que la llevó a su muerte en 1952, pero que dejó una huella importante en la vida de Benigna y de miles de argentinos durante su vida.