En consonancia con el dìa del medio ambiente Andrés Dimitriu, docente e investigador jubilado, quien ha aportado su recurso intelectual durante muchísimos años en la Unco, nos comparte el siguiente texto:
Establecer el día del ambiente nada tiene de ingenuo. Al margen de la enfermiza matrix comercial de los días especiales (de la madre, del amigo, de lo que fuera), la del ambiente agrega leña a la hoguera de la destrucción, porque establece – con una sola palabra/contrato- que estamos afuera de la naturaleza. Desde allí se la observa, se la mide, «corrige» y administra científicamente, con ingeniería ambiental y otras especialidades, pero siempre dominados por la EGO-nomía, como dice Vandana Shiva.
Esta fractura entre seres humanos y naturaleza es la que permite que las personas a cargo de las industrias y sus proveedores extractivistas o financieros actúen, desde el campo «superior», el de los humanos, sin empatía y por encima de cualquier consideración ética, solo contable. Y quien se opone es porque incurre en resistencia a la autoridad de la razón instrumental, porque lo único aceptable es corregir, siempre y cuando no ponga en duda esa fractura, que es la socia privilegiada del capitalismo y sus imitadores o competidores.
La denominación de ambiente (entorno, algo que me rodea, que no soy yo) y «ambientalista», dibujada por corporaciones y sus gobiernos, encaja bien en esa división de tareas. Es una subordinación que permite caracterizar, descalificar e infantilizar a cualquier oposición como una «queja ambiental» que se responde adaptando el discurso o, si hubo mucho ruido, tal vez, alguna fórmula química… si fuera rentable. Si Nestlé admite que más del 60% de sus productos no son sanos es porque se está publicitando como sincera, se adelanta a los competidores (porque se viene una tormenta reformista adosada al «cambio climático», y lo saben) y promete cambiar…un poquito, porque sigue siendo una corporación transnacional que, por ejemplo, se enriquece envasando agua (ver peli F.L.O.W) al amparo de la contaminación que provocan otras actividades extractivas. Lucra con la destrucción. Y es una entre todas.
Infantilizar o descalificar a la ecología y mantener a la economía (el «nomos», las reglas, el cálculo, la ganancia) por encima del logos (la razonabilidad, la necesidad real, etc) en el oikos (eco, casa, lugar, habitat, los territorios) es el necesario y central componente de la persistencia del sistema.
Llamarnos ambientalistas es una ofensa.