«Siempre quise una biblioteca libre, amigable y abierta a la comunidad»

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Marcela Domínguez, bibliotecaria de la Facultad se jubila y cuenta cómo se creó uno de los edificios más acogedores para los estudiantes.


La biblioteca Ernesto Sábato, de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, tiene un aire especial en su interior: miles de libros que parecen abrazar a cada lector, con rayos de luz que ingresan desde un techo transparente y un árbol tan alto que parece salirse del moderno y acogedor edificio.

Cada alumna o alumno que ingresa tiene a disposición agua fresca o agua para el mate con pequeños aportes de cascaritas de naranja, menta o burrito, aromas que disfrutan sobre todo los estudiantes más madrugadores.

La idea no fue de un afamado arquitecto, sino de una joven que con sus compañeros de trabajo idearon un espacio confortable, amigable y comunitario.

Marcela Laura Domínguez se sienta bajo el árbol que plantaron hace varios años. Cerca de su jubilación, retrocede en el tiempo y cuenta…

«Nunca me gustaron las bibliotecas donde los libros están del otro lado del mostrador, donde el silencio es prioridad. Yo quería una biblioteca libre, que los chicos y chicas estén metidos entre los libros, que se sientan bien acá, porque muchos de ellos están todo el día en la facultad».

Todo se inició en la Facultad de Humanidades, donde comenzó a estudiar el profesorado en letras en 1980. Militó en el Centro de Estudiantes y desde allí, junto a varias agrupaciones estudiantiles investigaron y pidieron la desafección de docentes que participaron en la dictadura militar, con el apoyo de la APDH. «Se hicieron las denuncias públicas, pero nunca fueron expulsados», recuerda.

Durante mucho tiempo trabajó en esa misma facultad en forma Ad Honorem hasta que el Decano, Hugo Cowes, profesor de Literatura Contemporánea, que apreciaba a Marcela, le dio la oportunidad de trabajar por un sueldo. ¿Dónde querés trabajar? preguntó el decano y la joven respondió: en la Biblioteca, de donde nunca más se fue.

El pase a la Fadecs, en Roca, hizo que tuviera su principal tarea en una biblioteca pequeña, que funcionaba en un aula, con poco espacio y muchos alumnos y alumnas. De allí nació el pedido por un lugar más amplio. En 1990 la entonces directora Gladys Castro renuncia e Irene Corradi también se va, dejando a la joven Marcela con el compromiso de hacerse cargo de la Biblioteca Ernesto Sábato. «Yo no quería porque no era profesional, menos de una biblioteca universitaria, así que me puse a estudiar y me recibí a los tres años», cuenta.

La actual directora destaca el aporte de los decanos Jorge Douglas Price y de Julio La Sala que avalaron el proyecto y pusieron manos a la obra, inaugurando el edificio el 18 de marzo de 1994, con la presencia de varias autoridades y un regalo para el escritor Ernesto Sábato que no pudo estar presente.

Marcela Domínguez, trabajadora no docente de la Universidad del Comahue fue además Consejera Directiva y Consejera Superior. Con 40 años de trabajo ininterrumpido Marcela deja una huella imborrable en las dos facultades de Roca, donde miles de alumnos y alumnas han disfrutado de su buen trato, de su cariño, de las mantas que entregaba en invierno porque no funcionaba la calefacción, de los pequeños atriles que compró para que fuese más cómoda la lectura, de los enchufes para cargar los celulares y hasta de las cascaritas de naranja para saborear el mate.

Ella y su equipo han logrado que la biblioteca sea un lugar agradable para estudiar, preparar exámenes y cumplir el sueño de ser un profesional.

Podés escuchar la entrevista completa desde acá

Nota: Carlos Castillo