Don Rosendo Mendez llegó a Gómez a los 4 años, cuando se lo conocía al lugar por kilómetro 1156. Rosendo tuvo la oportunidad de ver la construcción de la estación de trenes, lo que posibilitó tener una parada donde se congregaban todos los vecinos porque era un acontecimiento social.
Desde varios kilómetros a la redonda llegaban los habitantes de la zona a esperar la parada del tren, que no solamente traía mercadería, si no que también vendía revistas y diarios, lo que posibilitaba ponerse al tanto de lo que pasaba en Buenos Aires.
En ese entonces Gómez estaba conformado por chacras de 100 hectáreas, división erada de la llamada “conquista al desierto” donde el gobierno nacional repartió la tierra en forma proporcional al grado que cada uno de los militares tenía en el ejército.
En un comienzo sólo había chacras con pasto y vid, poco después aparecería la producción de peras y manzanas, impulsada por la compañía inglesa dueña del ferrocarril.
Un gran impulso de la actividad económica era el ganado que venía de El Cuy, vacas y ovejas que traían tropilleros que en carretones y a caballo cruzaban el río y llegaban a la estación de tren donde la hacienda era transportada para ser utilizada por el ejército.
Con la llegada de los ingleses construyeron los galpones de empaque
Después se sumaron el establecimiento Ingeniero Huergo que después se transformó en Canale.
La instalación de galpones dio trabajo a muchos en la cosecha y el embalaje a lo que se le sumaba la producción de vinos.
Según Rosendo “había poco trabajo porque las chacras de 100 hectáreas necesitaban pocas personas, después, con la instalación del galpón de Canale, en los 40, Gómez se fue agrandando”. Antes de la plantación de vid se hizo una plantación de arroz, para mejorar la tierra “porque la tierra era bastante salitrosa, “experiencia que duró dos años tras lo cual se plantó viñedos.
Con subidas y bajadas, Gómez fue creciendo hasta llegar a los 18000 habitantes que tiene actualmente. Rosendo reivindica, al igual que muchos de sus vecinos, que Gómez es una localidad “no un barrio”. Rosendo, con sus 89 años, recuerda con lujo de detalles la historia de su pueblo, y sigue añorando la reactivación de varias fuentes de trabajo “porque Gómez sería mucho más lindo, mejor de lo que es ahora”.