La licenciada en Comunicación Social Sandra Míguez analizó el vínculo entre la publicidad sexista y la violencia de género. El punto de partida fue un spot difundido en redes sociales en el que empleados varones de una estación de servicio Shell, simulaban “deshacerse” de una clienta embolsándola. Para Míguez, este tipo de representaciones no son simples chistes: forman parte de una cultura que normaliza la violencia hacia las mujeres.
El debate tomó mayor relevancia al relacionar la escena con el reciente triple femicidio de Buenos Aires, en el que los cuerpos de las víctimas fueron hallados embolsados y quemados. En un país donde ocurre un femicidio cada 27 horas, la reproducción simbólica de estas violencias en medios y redes adquiere una gravedad particular.
Míguez, integrante de la Red Federal de Periodistas Feministas y docente en el diplomado de género de la UTN, advirtió sobre la responsabilidad profesional de comunicadores, periodistas y productores de contenidos. Señaló que, mientras ciertos mensajes discriminatorios hacia niños y adolescentes ya no se aceptan, con las mujeres persisten estereotipos y mandatos que se difunden bajo la forma de humor.
Autora de los libros Crímenes menores y Líbranos del mal, Míguez subrayó la necesidad de una lectura crítica frente a la publicidad y los discursos mediáticos. Para ella, denunciar estas prácticas es necesario y urgente, para evitar que se consoliden en la sociedad.
El caso del spot de Shell se convierte así en un ejemplo de cómo el lenguaje publicitario puede reforzar violencias estructurales. Frente a la persistencia de femicidios y desapariciones, el desafío es construir mensajes responsables y exigir políticas públicas que protejan los derechos de mujeres y diversidades.
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