Antena Libre, una radio sólo posible por el esfuerzo de sus trabajadores

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Hoy la radio universitaria de Roca cumple 32 años desde su fundación

Todos los años, para el 1 de junio, tengo la tarea de realizar una crónica sobre la historia de Antena, hablo de aquellos que pasaron y los que están, pero poco hablo de mis 29 años en este radio. Hoy es el día de contarles mi pasar por este medio de comunicación, que es mucho más que equipos y edificios, es sobre todo, personas que quieren expresarse y llegar a otros y otras.

Por Marcelo Miranda

Pablo y Raúl, en el primer estudio de Antena Libre.

Cuando visité por primera vez en Antena, funcionaba el el actual estudio de grabación de la carrera de comunicación social de la UNCo. Era el año 1.988 y Antena recién empezaba a transmitir con equipo de un vatio encerrado en un transmisor que era la mitad de una caja de zapatos. La antena y el dipolo, estaban sobre el techo y no superaban los 10 metros. En ese entonces, la radio llegaba a no más de cinco cuadras.

Con Horacio Cretón, un ingresante a la carrera como yo, decidimos presentar un proyecto de audición musical. En ese entonces, el operador era un correntino o entreriano, llamado Raúl, que con su barba se parecía a Jorge Larralde. En nuestra primera audición se le ocurrió apagar las luces de la sala de operadores y con una vela y tapado con una capucha, nos hacia pasar la prueba de tratar de concentrarte en tu programa y no en las boludeces que pasan afuera de la cabina.

Más tarde, cuando Antena empezó a funcionar en su actual edificio y después de haber logrado un aporte internacional, comprando equipos de última generación, decidí concursar como operador. En ese entonces nadie te enseñaba, la estrategia era cebarle unos mates o operador, ver como trabajaba y en secreto, estudiar el manual de instrucciones de la consola de sonidos.

Hasta que logramos un espacio propio para el sector informativo, trabajábamos sobre una tabla que estaba sobre la mesada de la cocina.

Tras ganar el concurso, empece a trabajar como operador en 1 de junio de 1.990 cuando Antena solamente tenía una programación de 4 horas a la mañana y donde, a falta de discos, cada uno llevaba sus casetes y discos de vinilo porque no era mucha la variedad que había en ese entonces. Con pocas radio de frecuencia en el dial, la radio se escucha de Villa Regina a Cipolleti. Durante enero, con una universidad en receso, me tocaba, de lunes a viernes, poner música toda la mañana, sólo acompañado por un perro que era parte de la fauna de la Facultad.

Con los años, la radio se fue nutriendo de más personal y pasó a tener el aporte de cabinas barriales, que grababan sus contenidos en los barrios y luego eran difundidos en la programación semanal. En ese entonces acompañábamos a los reporteros populares asistiendo a las cabinas barriales.

En otra etapa, pude concursar como periodista y mi primeras tareas eran realizar móvil con una handyes Yaesu. No teníamos movilidad, eramos estudiantes todavía y nos bancabamos ir en colectivo o bicicleta a donde fuera.

Mi primera experiencia intensa fue con las explosiones sociales de 1.995, cuando en la gestión de Horacio Masaccesi, los estatales cobraban cada tres meses. Con las coberturas en las marcha y la represión, aprendí a sentir el dolor de las balas de gomas, que te quemaban casa vez que te tocaban y los gases lacrimógenos que te dejaban los ojos y la garganta a la miseria. Y así también fue en el 2.001, con los saqueos y la presencia de gendarmería nacional.

En el 2.005 y hasta el 2.007 me tocó ser director de la radio, el anterior director había renunciado tras intentar implementar un proyecto de transformar los 11 cargos de trabajadores, en 33 cargos sólo para estudiantes,. Durante esos dos años, el 30 por ciento de mi sueldo iba a parar a reparaciones de equipos y computadoras. En ese entonces, no había técnicos de informática o para reparar el transmisor. Hasta no hace mucho, al empezar la jornada, limpiábamos la radio porque tampoco había servicio de limpieza. Es más, varias veces pintamos la radio y sacamos los yuyos del frente porque no daba vergüenza el aspecto que tenía nuestro lugar de trabajo. Antena es el nexo con la sociedad, un claro ejemplo de extensión y no queríamos que lo que venían vieran un edificio en ruinas y sucio.

Finalmente se logró que el cargo de director fuera concursado y a los pasantes estudiantes se les diera una remuneración. Después de muchos años se logró ampliar el edificio y después, en el aniversario 30, comprar los primeros muebles, antes, sólo era mobiliario de descarte de la Facultad que personalmente me encargaba de recolar y llevar al edificio.

Pasaron muchos estudiantes, profesionales de la comunicación, vecinos y referentes sociales por Antena Libre, cerca de mil según mi cuenta, que produjeron audiciones o colaboraron con la producción de contenidos. Era y es una alegría ver llegar nuevos pasantes, pero es un bajón que se vallan, después de un año o dos de prácticas, pero esa es la intención de la pasantía.

Hoy, Antena, ofrece una programación propia que es llevada adelante por trabajadores y colaboradores. A sus 32 años, sigue sin presupuesto, parte de su personal esta mal encuadrado dentro de la estructura de la UNCo y seguimos aportando nuestras computadores personales, nuestros teléfonos, nuestro autos y parte de nuestro magro salario para que sea posible que Antena este al aire.


Móvil de los saqueos el 20 de diciembre de 2.001

El tema es, que sin la terquead de sus trabajadores, Antena Libre ya no estaría al aire. Hay días buenos y malos, pero me sorprendo que al pasar por tantos contratiempos, hoy me encuentre la mañana de este sábado con ganas de escribir para contarles que vale la pena aportar a proyectos que suman a pesar que el peso ya es muy grande en la espalda. Pero hay una convicción de que vale la pena seguir cargándolo, por lo menos, hasta que me den las fuerzas.